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La verdad del psicoanálisis

No puede, aseveraba Freud, considerar un psicoanálisis acabado sin haber reconstruido cabalmente la verdad de la historia pasada olvidada. Hoy, sin embargo, tal consigna freudiana, especialmente entre las corrientes anglosajonas de relaciones de objeto contemporáneas, parece ser desestimada.

Dr. Humberto Adrián García Rodríguez
Médico especialista en Medicina Interna y Candidato a Psicoanalista

Junio 8, 2023

Dos frentes dominantes, en el mundo anglosajón, ocupan el panorama contemporáneo. Los modelos posmodernos, sean intersubjetivistas o neo bionianos, que sustituyen la rememoración, como finalidad del proceso, en favor de los efectos de la relación interpersonal entre analista y analizante; y que sustituyen la búsqueda de la verdad fáctica del pasado, en favor de la co-creación de narrativas construidas y sujetas al perspectivismo del analista y analizante.

Por otro lado, los modelos de la así llamada –por algunos– corriente principal, no menos dominantes en los países angloparlantes, en los cuales, más que recuperar la verdad histórica de los fantasmas reprimidos, se interesan por localizar en la historia, por lo demás no desconocida para el analizante (es decir la historia preconsciente y no la inconsciente), las causas de los patrones anímicos, y sobre todo de conducta, que encuentran en aquello que conceptualizan como transferencia.

Estos modelos, los de la así llamada corriente principal, conservan la idea de la posibilidad de verdad en la interpretación (a diferencia de los posmodernos que apelan al constructivismo), pero se trata de una noción de verdad, sin embargo, a diferencia de la verdad del freudismo, enfocada y reducida al aquí y ahora de la transferencia, y una noción de verdad que se cierne a etiquetar patrones anímicos y de conducta que concibe objetivos y verificables. 

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En ambas corrientes aquí brevemente resumidas, es llamativo, sobre todo, y como elementos que las une, la simplificación y fácil desestimación de la teoría freudiana, y más aún, la creciente desatención del método interpretativo original, en pro de una interpretación que se orienta a la “comprensión” -guiada ya por el reverie, ya por la contratransferencia- de la afectividad de la subjetividad -preconsciente- en el aquí y ahora del analizante. Centrados cada vez más en la subjetividad, sino en la del paciente en la del psicoanalista (moda creciente y a nuestro ver bastante cuestionable), resulta difícil, sino imposible, en estos modelos, hablar de verdad, y quizá hablar de inconsciente. Verdad e inconsciente, para decirlo pronto, parecen, en el método contemporáneo, problemáticos, y progresivamente, por tanto, desechados o desestimados.

© Armario Rojo, Raúl Oscar Martínez

En efecto, la controversia sobre la posibilidad de verdad ha surgido en años recientes en el psicoanálisis anglosajón (es decir entre la corriente posmoderna y la así llamada corriente principal), y probablemente -esa es nuestra tesis- la polémica es resultado de la progresiva desatención del método freudiano original. En nuestro trabajo de investigación, para ahondar en las razones que nos llevaron a tal suposición, hubo de ser necesario recapitular, y contrastar, el método de antaño, y a lo que este apunta -su objeto de estudio en sentido epistémico-, con lo que parece ser el método predominante hoy, y a lo que este apunta -su objeto de estudio-. Enseguida volvemos brevemente a esto.

Antes, sin embargo, cabe aclarar un posible malentendido, que injustificadamente terminaría por etiquetarnos como dogmatizantes (crítica presta a ser realizada, y por lo demás no pocas veces justificada, a quienes pretenden renovar la circulación de conceptos freudianos, y “retornar a Freud”); cabe, pues, aclarar, para deslindarnos de tales acusaciones, nuestro posicionamiento epistemológico en psicoanálisis. Seguimos a Laplanche tanto en nuestra aproximación a la obra freudiana como en su concepción -la de Laplanche- del progreso y retroceso del conocimiento en la psicología de lo inconsciente.

Según Laplanche es necesario retornar a Freud, no por dogmatismo ciego, sino por perseguir, junto a él -Freud-, la exigencia que le acicatea (la fundamentación científica de los fenómenos inconscientes que le revela el método psicoanalítico). Regresar a los primeros momentos supone perseguir la historia del descubrimiento original, y localizar los momentos de recubrimiento y olvido, que no dejan, sin embargo, si se les sigue la pista, de ser fructíferos para hacer avanzar el conocimiento de lo inconsciente. Los olvidos y represiones -en el órden teórico- están prestos a suceder, y a pasar inadvertidos, esto, precisamente, por la naturaleza escurridiza de nuestro objeto de estudio -lo inconsciente-, que arrastra consigo a lo ya conseguido en el orden del conocimiento, sin dejar, insisto, de dar indicios (comparables al retorno de lo reprimido).

Así, por contraposición a una actitud -a nuestro ver hoy dominante frente a la obra freudiana- que tiende a criticar y desestimar los desatinos teóricos del primer psicoanalista, Laplanche propone interpretar (con) Freud su obra. Interpretar (con) Freud su obra no es otra cosa que aplicar el propio método psicoanalítico a la obra freudiana, esto sin dejar de reconocer que Freud ha sido quien mejor mantuvo en la vista el objeto; atender, por otro lado, al hecho de que los desvíos en la obra –considerados en el contexto de la obra como un todo– no dejan de señalarnos y darnos pistas para que hagamos progresar el conocimiento de lo inconsciente, y para retomar y asumir, a partir de donde Freud erró el camino, la exigencia, que sin embargo, lo empujaba. ¿Qué significa para Laplanche aplicar los principios del método psicoanalítico a la interpretación de la obra freudiana?

Como sucede en un análisis –supone Laplanche– las lagunas, olvidos, repeticiones, contradicciones, pequeños detalles, y otros indicios que se producen en la obra, no hacen sino señalar la exigencia que empuja a Freud, y el camino que debemos retomar. Aplicar el método supone atender estos indicios, tal como hacemos en un análisis. Así, el psicoanálisis, dentro y más allá de la obra freudiana, está marcado por períodos de énfasis de conceptos, olvidos y desatención de otros, retornos, ciclos, repeticiones, que en el fondo son conducidos, secretamente, por la naturaleza del objeto que la teoría busca asir y aprehender –lo inconsciente–, y que, como en un análisis, nos marcan la dirección del camino.

El progreso en un área, entra en contradicción que hace desestimar y desechar un descubrimiento previo, y sin embargo la tensión que surge en tal contradicción entre conceptos, nos da una pista de un posible camino diferente al que Freud siguiera originalmente, y que haría, en cambio, hacer progresar el conocimiento, y resolver la tensión y solución de compromiso originalmente propuesta por Freud. De esa manera es que las contradicciones y desvaríos nos sugieren caminos fructíferos.

“¿Cómo progresa el pensamiento analítico? -se pregunta Laplanche-. -Responde- Por repetición y ruptura, por banalización y reafirmación, por circularidad y profundización. Los momentos novedosos también son retornos a la fuente. La profundización es reafirmación de una exigencia originaria”.

El estudio de lo inconsciente, pues, siguiendo este método, con y junto a Freud, y después de Freud, ha de ser nuestra única exigencia. La obra de Freud, por tanto, no deja de ser fructífera en señalar posibles vías e hipótesis para renovar, y otras que reconducir, otras tantas que cancelar, y un todo como modelo que reestructurar, esto sin perder de vista el método como, insistimos, ha sucedido hoy. Un ejemplo vivo de este método fructífero es el trabajo interpretativo de la obra freudiana que ha operado el propio Laplanche. Hoy, con el método cada vez más obliterado, sobre todo en los círculos angloparlantes (que predominantemente influencian nuestro medio), el llamado al orden nos parece urgente, atender de nuevo la obra freudiana, siguiendo esta metodología, nos parece una vía adecuada.

En efecto, otro punto que hemos resaltado en nuestro trabajo es que el psicoanálisis no puede prescindir de su método para acceder a la verdad de lo inconsciente (esto en la práctica), y como bien lo ha vuelto a subrayar el propio Laplanche, el primero en reconocerlo fue Freud mismo. Lo específico del psicoanálisis es el método. Prueba de ello la da la evolución misma de la obra freudiana, en la cual, es evidente, primero advino el método, después la metapsicología.

No es casualidad, por otro lado, que la piedra angular de la definición más acabada que Freud diera del psicoanálisis es, precisamente, el método, ante el cual se subordinan la terapéutica y la teoría. No es baladí recordarlo, pues con facilidad hoy sucede (en las corrientes que hemos criticado) precisamente lo contrario, es decir, se pretende subordinar el método a constructos metapsicológicos abstractos que se buscan fundamentar con las neurociencias, o por la vía empírica de la operacionalización de conceptos que se cuantifican e inventarían. Ante esto, por nuestra parte, por lo pronto (dejamos la crítica para después) no podemos menos que subrayar la radical oposición que tal concepción de la investigación en psicoanálisis -al margen de su valor como psicologíasupone al método psicoanalítico.

Habiendo hecho este paréntesis, regresamos a nuestro argumento. Cabe, entonces, recapitular una vez más el método freudiano, y contrastarlo con los modelos actuales. Fantasma de deseo sexual, aunque imaginario en parte, por otro lado con un núcleo fáctico (real y verdadero) irreductible en la infancia temprana, para decirlo pronto, es la verdad (el objeto en sentido epistémico) que desentraña el método freudiano. La comprensión empática de la subjetividad (aunque no se reconozca que por definición es ajena a lo inconsciente) y los afectos que inciden en la conducta presente, así como el desarrollo de la capacidad para reconocerlos, es a lo que apunta, dicho muy brevemente, el método de las teorías de relaciones de objeto. La vía regia de la interpretación del sueño, ha sido intercambiada, casi por entero, por “la moderna vía regia de lo relacional”; la reconstrucción

(del pasado), por la co-construcción (del presente); la reconstrucción de la historia sexual (olvidada) a partir de la transferencia, por la explicación de la transferencia a partir de la historia (conocida). Citamos estos puntos tan sólo como ejemplo de algunos de los contrastes que señalan el radical distanciamiento del método -y quizá también de lo inconsciente y su verdad- en algunas corrientes contemporáneas.

Para terminar, a continuación, breves palabras sobre el susodicho método y a lo que este apunta.

El método, lejos de buscar asir la subjetividad del analizante, pretende desentrañar la realidad psíquica fantasmática. ¿Qué es la realidad psíquica? Concepto particular freudiano, hoy olvidado, que lejos de confundirse con la subjetividad, alude a la realidad fantasmática inconsciente (la verdad a la que hay que acceder, y en tanto tal, es decir en tanto inconsciente, realidad ajena a la subjetividad) que surgida del pasado, y entrelazada en grado variable con la vida presente, compone un campo específico de la vida mental. Final, término, y certitud al que se encamina el análisis, en ningún modo puede ser confundida con la subjetividad, la imaginación, los afectos, ni siquiera el mundo “interno”; tampoco, aunque con menor frecuencia traspuesta en esa dirección, con la realidad externa o material deformada (es decir imaginada). Realidad conjeturada por Freud como una red entrelazada con múltiples elementos de la vida del sujeto (algunos muy lejanos de la actividad imaginativa, o de cualquier tendencia a deformar las relaciones interpersonales por las presiones afectivas) que ordena en un todo coherente, retrospectivamente (en après coup), y tras ser descubierta (léase interpretada): fantasías conscientes recurrentes, ensoñaciones, recuerdos encubridores, actitudes, síntomas, decisiones de vida, repetición de situaciones, sueños, actos fallidos, y una multiplicidad de otros elementos que se ofrecen a la interpretación durante un proceso. Trasfondo compuesto de escenas -huellas mnémicas- que, ajeno a la subjetividad, conduce secreta y oscuramente la vida; trasfondo compuesto de escenas -huellas mnémicas- que, llegado a la palabra, adquiere carácter de necesidad, de verdad, esto al reordenar la multiplicidad de elementos otrora incoherentes que antes enumeramos. Escenas pasadas olvidadas que se descomponen y recomponen -en los elementos recién citados- siguiendo las leyes del proceso primario. Escenas a cuyo desciframiento accede el analista atendiendo, en atención libre y flotante, el desplazamiento y la condensación (metáfora y metonimia) que sobre los elementos del discurso del analizante opera el proceso primario. Escenas cuyo origen Freud concebía un núcleo fáctico (es decir histórico) -y nunca cedió en este punto-, aún y cuando también compuestas por elementos imaginados; y sin embargo no meramente imaginadas (error en el que han incurrido, por ejemplo, la corriente kleiniana).

El analista que sigue el método freudiano al interpretar no introduce ningún elemento, procede -como alguna vez señaló Freud aludiendo a la escultura- por vía di levare: en general, salvo contadas excepciones, no simboliza en clave lo que escucha, y mucho menos interpreta considerando su experiencia subjetiva. El analista, contrariamente a guiarse por su subjetividad, y contrariamente a arbitrariamente introducir símbolos, identifica y reconduce (analiza) los representantes (elementos significantes) que metaforizan (condensan), o metonimizan (desplazan) las escenas olvidadas del analizante (en terminología freudiana representaciones cosa),y que el proceso primario ha introducido por la vía de la represión.

Asociación libre en el analizante, tiene por contrapartida, atención flotante en el analista; ambos elementos son indisociables para la conformación del genuino método psicoanalítico. Atención flotante, sin embargo, nada tiene que ver con atender la propia subjetividad -la del analista- afectiva o de cualquier otra índole, sino con suspender en un mismo plano cada elemento del discurso del paciente, precondición para identificar el funcionamiento inconsciente del analizante. Cada elemento significante tiene igual valor para el analista, y en los elementos que parecieran menos significativos, en el más ínfimo detalle, no pocas veces se desprende la línea de investigación esencial para continuar el camino interpretativo.

A la inversa: toda toda una sesión entera, o incluso toda una secuencia de sesiones, fungiendo como elemento significante, son susceptibles de ser descifradas ligándose a otros elementos (una secuencia repetitiva, un sueño, un periodo de la vida, etc). El analizante introduce metáforas y metonimias (al reprimir), el analista las descompone (al hacer consciente lo inconsciente). Haciendo tal, reordena, y mejor dicho, descifra, en un todo coherente y real, en efecto verdadero, la multiplicidad de elementos significantes otrora sinsentido, que se subordinan no a la subjetividad del analista -nunca a esta- sino al propio discurso del analizante.

Lo dicho, sirva tan solo como recordatorio y esbozo del método original, será para otra ocasión profundizar en el tema.

Dr. Humberto Adrián García Rodríguez

Médico Cirujano y Partero por la Facultad de Medicina de la UANL (graduado con mención

honorífica). Especialista en Medicina Interna por el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y

Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ). Maestro en Psicoanálisis por la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM). Psicoanalista por el Centro de Educación e Investigación

en Psicoanálisis de Monterrey (CEIP). Se dedica paralelamente a sus dos áreas formativas,

con compromiso asistencial, docente, de investigación y actualización permanente en

ambas.

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